AQUÍ NO SE HABLA MAL DE… O LA NORMALIZACIÓN PUNITIVA DEL LUGAR, DEL HABLAR Y DEL CIUDADANO
- 24 jun 2017
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Cuando alguien que empieza a bostezar uno se contagia de lo mismo y al momento empieza a bostezar. Lo mismos nos sucede si estamos en un lugar donde una o dos personas comienzan a reír; si estamos en algún sitio y alguien dice que hay o tiene calor nuestra reacción es sentir calor y es posible que sudemos. Hay una repetición natural ante estos hechos.
Ahora bien, con respecto a la frase «Aquí no se habla mal de Chávez» sucede algo semejante. Sin embargo, cuando leemos dicha frase al toparnos con ella en una oficina gubernamental nuestra reacción es pensar y hablar mal del difunto presidente. Es una reacción inmediata. Y es natural porque los sujetos públicos (entendamos políticos) se prestan a que los ciudadanos hablen mal de él, esté el mismo vivo o muerto.
Tal slogan es un tan curioso. Primero, ¿por qué imponer que en un lugar determinado no es posible hablar mal de un político muerto? En tal caso, no debiese hablarse mal del Presidente en ejercicio, pero de un muerto. Uno entiende el culto fatuo a la memoria de una persona por terceros, quienes en ningún caso son sumos sacerdotes de tal culto. No obstante, la prohibición en cuestión aviva el deseo de hablar mal del mencionado.
Segundo, si uno no puede hablar mal en este lugar del susodicho, en otro si lo puede hacer. Es la censura del lugar. Algo así como «aquí no se puede fumar» o «aquí está prohibido estacionar». En este sentido, nos introducimos en la «normalización» indicada por Michel Foucault. El cual es un sistema graduado con intervalos medibles, en los cuales los individuos son distribuidos alrededor de una norma que organiza y controla la distribución de los sujetos.
En primera instancia, tenemos la normalización del lugar. Que determina que este es un lugar sagrado, y aquel no. Pues alguien ha determinado que en este sitio no se puede hacer tal cosa o hacer ciertas que están permitidas y otra prohibidas. En esto consiste la normalización del lugar. Tal concepto está ligado al de poder, en este caso, al poder gubernamental, que deriva en el establecimiento de regulaciones en torno a un territorio o grupo social determinado. De aquí nacen las ideas de lo que es normal y anormal hacer en ciertos lugares, lo cual determina un modelo cada vez más homogéneo de comportamiento.
Con esta normalización del lugar se busca establecer la distribución espacial de los individuos y de su organización, es decir, la visibilización de quienes son partidarios del poder gubernamental y sus políticas y quienes no. Se hacen visibles los opositores —o como los llama el gobierno: terroristas— Son ubicados en un lugar geográfico. El lugar de los otros, y con ello estos son estigmatizados.
En segundo lugar, tenemos la normalización del hablar. Que pretende encarnarse en el interior de los individuos a través de una vigilancia y una transformación permanente. Ésta procura controlar la voluntad y el pensamiento de los sujetos, por medio de un proceso intenso y extenso de lo que se debe decir y no decir. El concepto de normalización nos permite observar la política pública dominante en el contexto de un hablar determinado. En el que se permite que decir y que no.
Este hablar se aplica a la vida por medio del control de las multitudes. Pretende instalar mecanismos de seguridad alrededor del carácter aleatorio de lo que es inherente a lo que se dice. Se desea «optimizar» un estado de vida; la idea de lo se puede hablar se aplica a la vida, al trabajo, a la economía, al poder mismo. De este modo, el sujeto aristotélico tiende a desaparecer. Pues la normalización del hablar va en contra de la naturaleza del logos. Se da lo que Platón denominó los misologos.
En tercer termino, tenemos la normalización del ciudadano derivada del establecimiento de medidas y regulaciones en torno al territorio y al hablar determinado. Por medio de un conjunto de procesos administrativos, donde se pone en práctica el terrorismo de Estado sobre sus ciudadanos para mantener su posición de poder. Con el argumento de proteger a las masas, al pueblo.
Se trata de regularizar para controlar a la ciudadanía como grupo homogéneo; la cual es incontrolable de forma individual. La sociedad de la normalización busca encontrar controles colectivos o grupales al crear categorías de distinción en el grupo. De ahí el intento de crear distintas categorías de ciudadanos o sujetos; por ejemplo, revolucionarios, escuálidos, comprometidos, traidores, patriotas, vende patria…
Por ello, para regularizar es necesario normalizar. La norma es lo que permite regularizar, porque ésta se aplica tanto a un cuerpo individual como a una población. Se trata de llegar a la sociedad normalizada, esto es, homogénea. Donde la norma es el principal elemento de control del Estado. La comida normada es un ejemplo; la caja de alimentos establecida por el Poder Ejecutivo.
El slogan punitivo al que hacemos referencia, el cual puede parecer muy banal, encarna un alto contenido de dominio y de control. Que manifiesta el anhelo del Estado represor, que no admite lo opuesto.
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