DE DUBAI A PERICANTAR O UNA MIRADA A LA VIDA
- 14 dic 2017
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Me puse a consultar, con la mayor esperanza posible, mi cuenta de ahorros para saber cuánto dinero tenía; ya que pensaba pasar unas vacaciones en Dubai, no sé por lo menos unos quince días o un mes si la cosa se ponía buena allá. Ahí mismo, como un relámpago que cruza el cielo oscuro vino la desesperanza, porque lo que tengo en mi cuenta de ahorros no me alcanza ni para comprar ni un kilo de queso, no me refiero a queso roquefort o gruyere sino al vulgar queso blanco, que está más hecho de sal y yeso que de leche.
Caí abatido por el desengaño, yo que estaba tan contento pensando en mis vacaciones. No creo que ni el joven Werther estuvo en tan mal estado de ánimo como estaba yo en ese momento. Desconsolado miraba arrobado la pantalla del PC no dando crédito a mi cuenta de ahorro, que solo era el crudo reflejo de mi necesidad material. Estaba yo en el mismísimo estado de necesidad, no sé que filósofo decía esas cosas.
Como la ventana de mi cuarto da a una pared, no podía ni mirar el paisaje lejano ni disfrutar de la campiña, porque ésta tampoco existía. Veía como mis ilusiones se iban llevadas por la tumultuosa corriente de la vida, la cual desemboca en el mar de la desdicha y la desesperación. Indigente estaba yo ante las circunstancias que ni era yo ni eran ellas.
Apelé a la fórmula mágica y me dije: —Bueno me tomaré una malta. Este procedimiento nunca falla. Uno siempre se pone alegre cuando piensa tomarse una malta, no hay explicación ni científica ni filosófica al respecto. Pero es una verdad más asentada que las categorías kantianas y las Ideas platónicas. Si uno está triste o compungido lo que tiene que hacer es pensar en tomarse una malta y allí mismo se pasan todos los males de esta tierra. Incluso uno llega hasta a pensar que uno tiene cabida en la tierra prometida. La malta es la gran solución para este valle de lágrimas. Todas esas terapias de autoayuda y crecimiento personal debiesen tener entre sus actividades más importantes ir a tomarse una malta.
Salí de mi cuarto y me dirigí a la calle a tomarme la malta. Iba orondo como en los mejores tiempos. El sol estaba radiante, como sol de semana santa. En eso me percaté de algo, y era que no tenía dinero para tomarme la malta y el que tenía no me alcanzaba para ello. Allí desconcertado me detuve en medio de la calle. Miré para la derecha y la izquierda, no había otra opción que ir a sentarme en la plaza a ver pasar a la gente.
Esta es otra cosa importante en la vida, sentarse en la plaza. Esto es algo instintivo, está en la naturaleza de la gente. Sentarse en la plaza, debiese ser materia obligatoria para aquellos que estudian en la universidad. Si no hubiese sido por las plazas la filosofía no hubiese existido, no se habría podido crear la intensidad de la habladera, que es la base fundamental de toda buena filosofía. Me senté a esperar que pasara algún vendedor de café. Mientras tanto veía pasar a la gente, veía que hacían, cómo se comportaban. Esta es una de mis especialidades, perder el tiempo. Aunque Kant dice que el tiempo es independiente del sujeto, él sabrá lo que dice, porque de ser así nada se perdía entonces.
No me había olvidado de mis frustradas vacaciones. Cavilaba sobre eso. No tengo nada contra ningún jeque, pero no poder ir a Dubai ya era demasiado. ¿Cómo era posible que esa cuenta de ahorro hubiese llegado a tal estado de menesterosidad? Me preguntaba para mis adentros. No había mucho que ver, pero siempre algo se ve. Me acordé de Juanito cuando íbamos a tomar café en la plaza de La Candelaria, pasábamos un buen rato allí conversando.
No pasó ningún cafecero. Deben estar en huelga por alguna razón. Como no tenía más nada que hacer me fui para el cuarto. ¿Por qué será que cuando uno no tiene dinero le provoca de todo? Es como un sino. Como si algo lo persiguiera y lo obligara a mirar en todas las vitrinas, si son de dulces es peor. Uno permanece embelesado viendo todas es exquisiteces y salivando como un imbécil. Pero es así.
Seguí caminando de a poco, ¿para qué me iba a apurar? Total el cuarto no se va a mover, esta es una lógica implacable. Incluso pendenciera. Nadie me esperaba, siempre he estado en la calle; ésta ha sido el teatro de mi vida y siempre he tenido un buen palco. Nada como andar en la calle, en ella bulle la vida y la muerte. Y más aún el chisme.
Uno se resiste a la realidad y busca sin saber la ilusión. Piensa que más allá debe haber algo que lo espera. Sin percatarse que es acá en este día a día donde la vida se diluye o se solidifica. Por eso es que me gusta como habla la vida. En estas iba pensando cuando de alguna parte salió lo de despacito, y yo me dije ahí se la están pasando en grande.
Casi estaba por rendirme y claudicar lo de mis vacaciones. ¿Qué hay en Dubai? Me interrogué. —Playas y sol. Eso es lo fundamental. Mahoma, creo, decía algo de una montaña. Si a Mahoma le han dado la razón por eso, cualquier otro argumento es posible. Si no puedo ir a Dubai me puedo ir para Pericantar, allá en el Golfo de Cariaco, que bastante sol hay. Ahí me entró un aíre de triunfo y me fui para el terminal de pasajeros a comprar el pasaje.
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