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EL GATO JUGUETÓN QUE UNA VEZ QUISO SER SERIO

  • 30 oct 2018
  • 5 Min. de lectura
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Hay muchos tipos de gatos; no sé cuántos tipos hay, pero eso no importa. Hay gatos que parecen obra de Jackson Pollock, otros obra de Picasso, otros quieren ser Dalí con sus largos bigotes incluso siendo chiquitos. Algunos se pintan los ojos de azul para ser como Chagall, otros de verde como Albert. Unos que andan por la derecha y otros por la izquierda de la calzada, pero la mayoría por donde mejor les place.


Eso sí todos son retozones cuando son cachorros, luego cuando crecen por alguna razón se vuelven serios. Pero nadie les cree que sean así. Este gato en particular, el que erase una vez, del cual vamos a hablar aquí era espelucado semejante a un león; bailarín como TinTan y dicen que por eso tenía colita de tucusito, nada extraordinario porque ha habido unos que tenían botas. En los oráculos caldeos, egipcios y en la mitología primigenia los sabios de la antigüedad cuentan, en alguna parte, de la existencia de un gatusito. Aunque creció, y llegó a ser más pequeño que grande, siguió siendo juguetón como si fuese un cachorro asombrado del mundo circundante.


Lo juguetón nunca se le quitaba, jugaba y bailaba. En la mañana jugaba y en la tarde y, por supuesto, también en la noche. En eso pasaba la vida en jugar y bailar.  Hay que advertir, porque es muy importante saber esto, que comía como un ogro azucarado, por eso los dulcitos y los pasteles cuando lo veían venir huían para salvar sus vidas, pero nada podían hacer porque caían bajo sus garras; pobre de aquellos dulces que se atravesaran en su camino.

Jugaba con esto y con aquello, así se le pasaba el día hasta que caía rendido de sueño. Como había crecido tenía que trabajar para ganarse su comida. Se busco un empleo que no era de cazar ratones, porque eso no le iba bien, ya que cada vez que cazaba alguno se ponía a jugar con la presa y de tan cansados que quedaban uno y el otro caían dormidos por días. Aunque dormir no le costaba mucho, para ser sinceros.


Antes que cazar prefería el arte y la música. Dicen que oía a de Debussy, a Chopin y hasta a Mozart. Con la música le iba bien, pues ésta le servía para su bailar, que como contaban por allí a eso se entregaba y movía las patitas de gato y su colita de tucusito.


Curioso como todos los de su especie metía su naricita de azúcar en todas las páginas que encontraba, y siguiendo aquello que le dijo Sócrates a Critón, recuerda que le «debemos un gato a Asclepio» se quería dedicar a descubrir todas las cosas del mundo. Un navegante como Colón se imaginaba.


Bueno, lo cierto que en medio de tanta curiosidad la madre un día lo mando a trabajar para que se ganara su sustento. Anduvo, y no andó, buscando un trabajo que pudiese ejercer adecuadamente hasta que consiguió uno que le interesaba, que era vigilar un jardín de flores; esto le entretenía porque había mariposas de varios colores, mariquitas, azulejos de jardín en otros pájaros y muchas más cosas como en todo los jardines del mundo conocido y por conocer.

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En este trabajo era el asistente personal del gerente general de los generales cuidadores de jardín. Entre retozar y lamer el néctar de las flores le iban pasando los días haciendo un trabajo en el cual podía ser condecorado. De vez en cuando se perdía en medio de algún atardecer, se quedaba contemplándolo moviendo la colita al ritmo de alguna música que rememoraba.


Cuidaba aquí y cuidaba allá, diestro en ver quien se paseaba por entre las flores y en generar múltiples conversar de todo tipo. Ya era todo un experto en su trabajo que llevaba como un artista. Un día sin oficio, se le ocurrió ser un gato aristocrático, por eso empezó a vestir como Velásquez y las Meninas, como Rubens, comentaban. De eso no quedo registro de ningún tipo, por tanto nada se puede afirmar ni negar.

A todas estas, por su gran desempeño en su trabajo, un día el máximo gerente general de los generales lo mandó a llamar a su oficina, que quedaba una silla de por medio. El gato juguetón se presentó diligentemente con su mejor sonrisa.

— Diga su majestad. Fue su saludo.

Por esto lo miraron de reojo. Pero más nada.

El GGG de los cuidadores, esto es para abreviar semejante nombre de tan largo cargo, le comunicó oficialmente al gato juguetón que había sido designado Mini Gerente de no sé qué. Nombramiento que lo elevaba a tal rango supremo que de ahora en adelante seria responsable de algo.

El gato juguetón salió o mejor dicho fue a sentarse muy contento por haber sido promovido a tan alta dignidad y de  tan máxima responsabilidad en la vida. Al rato se puso a pensar en la responsabilidad que ahora tenía que llevar adelante, por eso sintió mariposas en la barriga. Y digo —De ahora en adelante tengo que ser un gato serio, nada de juegos ni retozos.


La seriedad le trajo cierto desosiego y temor; comenzó a cometer errores muy seguidos, confundía las flores amarillas con las azules, las mariposas con las mariquitas… Entre iban pasando los días más serio se hacia el gato y más errores cometía. Ahora se miraba al espejo y se decía —Soy un gato serio, los días de jugar han acabado; pues soy el Mini Gerente de algo.


Todos sorprendidos lo veían trabajar muy serio, a todos saludaba muy formalmente y con mucha seriedad. Pero entre más serio se comportaba más errores cometía y más asustado se sentía. De tanto errar, creía que el trigo era el agua, que el mar era el cielo y que la noche la mañana, como decía el poeta Alberti.


Sentía que el jardín se iba volviendo gris y opaco entre tan seriedad. Estaba confundido, porque siendo toda la vida un gato saltarín ahora era muy serio y todo le salía torcido, hasta los bigotes. Hasta que un día, mientras pasaba por las armas a un ponquecito, también llamados magdalenas, y todo iba saliendo como no quería se puso muy meditativo y se preguntó: ¿Por qué si siempre he sido un gato juguetón ahora soy serio? ¿Puedo acaso ¡O Musas! ser un mini gerente juguetón?

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Desde que pasó ese día, y también han pasado lunas,  todo cambio; por lo que he oído y me han contado, creo que ahora ha vuelto a ser un gato retozón porque mueve frenéticamente su cola de tucusito mientras baila más que antes al son de una alborozo. Dicen por allí que anda todo el día con los bigotes llenos de azúcar, se sospecha que es por las rosquitas azucaradas que caen bajo sus garras. Canta entre las flores y baila con las mariposas, debe ser porque es de nuevo un gato juguetón.


Referencias:

Twitter: @obeddelfin

 
 
 

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