EL MADURISMO: LO GROTESCO EN LA INDIGNIDAD DEL PODER
- 7 jun 2016
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El chavismo murió con Chávez. La fecha exacta, el 5 de marzo del 2013 o el 8 de diciembre del 2012, cualquiera de las dos es válida. Lo que quedó fue el duelo, entendible, de aquellos que lo apreciaron, y lo aprecian. El duelo de aquellos que solo lo vivieron de esperanzas, y de algunas migajas que le lanzaron los acólitos del difunto. El chavismo, en realidad, fue una pasión por una figura empática. Decir que el chavismo es una concepción política es una insensatez; propia de aquellos que solo esperan aferrarse a un poder muerto.
A lo sumo, podemos pensar el chavismo como una forma de hacer gobierno. Así como se habla de gomecismo, lopecismo, pérezjimenismo. Pero ni una ni las otras son concepciones políticas. Más bien, éstas se insertan en concepciones políticas clásicas o hibridas. El chavismo fue una amalgama de ideas, que por último se aferró a la idea del socialismo del siglo XXI para distinguirse de algo, que nunca ha estado muy claro. Pues, nadie ha podido o querido dilucidar qué es tal socialismo. Se habla de chavismo, de patria; pero nunca de República, porque pensar ésta es pensar en el Estado de las leyes; el cual se trata de evitar para dar preeminencia a una figura. Algo propio del siglo XIX.
El «chavismo», ahora me refiero a los «chavistas» electores y simpatizantes, se nutrió del «chiripero», de aquellos que llevaron a Rafael Caldera a su segundo mandato. Es decir, se nutrió de desesperación. Lo demás es esa monserga siglo XIX que alimenta el discurso político de quienes están en el poder, gracias al ya fallecido. Como se aprecia el «chavismo» es consecuencia o efecto del «chiripero»; el cual, a su vez, es consecuencia de la debacle moral y ética de los partidos Acción Democrática y Copey. Esto es, la gente que no vio más beneficios posibles en estos dos partidos políticos y se aferro al difunto para volver a conseguir mejoras en su vida material. Algo perfectamente comprensible.
El «madurismo», por su parte, es efecto o consecuencia del «chavismo», en sus dos formas señaladas. Como vemos, éste es una cadena de eventos políticos depauperados que termina por decantar en la situación actual. Sin embargo, nadie se llama «madurista» o se le da el nombre de «madurismo» a la forma de gestionar el gobierno. ¿Por qué sucede tal cosa? La respuesta más sencilla y obvia, es que ninguno se quiere desprender del mito del «chavismo» y asumir la responsabilidad de una gestión que ha sido torpe, por decir lo menos. Pero, debe haber otras causas.
El «madurismo» es el modo subterráneo que se anidó y se alimentó del «chavismo», como modo de hacer política sin ningún sentido de la misma. Es en sí mismo un contrasentido, algo ubuesco en el decir de Foucault. Como se aprecia en cada intervención y acción realizada. El «madurismo» ha querido vivir arropado por la figura paterna de su líder, lo ha usado como mortaja. No obstante, el tiempo del duelo, según el esquema psicológico, está llegando al final. Esto quiere decir, que el discurso vivificador del ya difunto cada día se agota irremediablemente. Entonces, quedará solo y desnudo ante la multitud.
Al mantener este discurso de duelo recordatorio, el «madurismo» se ha convertido, cada día más, en una bufonada. Al querer repetir, como bien señaló Marx, lo anterior. Éste no ha querido asumir un rol propio, individualizado de su antecesor, en esto es cobarde. Vive a la sombra, de modo parasitario, del otro. Se siente vigilado por una naturaleza pseudo superior a la cual teme fallar. Sin darse cuenta que va a la deriva, con las velas a dos vientos. Triste espectáculo político, con un espectador desesperanzado y con hambre galopante.
El «madurismo», como manifestación de una pobre izquierda, solo ha servido para la intriga, para el manejo inoperante del poder. Es ineficaz, fracasado; la imagen disfrazada o modelada como un bufón infame. Se enreda con su pasado inmediato y no sabe ver el presente, menos el futuro. De allí, la desesperanza de la gente. Ahora bien, hay algo raro. Los ciudadanos, como seres políticos, siempre han hablado mal de los distintos gobiernos, en eso han sido prolíficos. Pero, resulta que con este gobierno no se da el caso, o si se da es en poca medida. ¿Por qué se da esta particularidad en medio de una situación tan menesterosa?
Algunos dicen, que es porque se sienten responsables de este fracaso, de este gobierno. Una idea interesante, aunque, por lo general, los ciudadanos no se sienten responsables de los actos de los gobernantes; solo esperan de éstos beneficios. Otra, idea es que los ciudadanos perciben que no hay gobierno y por tanto no hay nadie de quien hablar mal, practica prolífica en el venezolano. Quien siempre ha sido inclinado a ver las relaciones políticas y estar criticando éstas. Otra, idea es que la gente ve al «madurismo» como algo torpe, ineficaz. Algo así, como al tonto del pueblo que todo lo hace mal, pero como es tonto que se va a decir de ese cristiano; un funcionamiento mediocre, imbécil, inútil, impotente de hacer las cosas. Otra idea, es que el ciudadano no consigue explicación, causas, plausible para lo que vive, y esto es desconcertante. Vivir sin encontrar o saber causas descentra a los sujetos.
Con el «madurismo» se pasó de la risa a la carcajada. Pero a esa carcajada desencajada. Como la carcajada del loco que no se sabe si es de dolor o de angustia. Sin embargo, como dice Foucault: “Los discursos de verdad que hacen reír y tienen el poder institucional de matar son, después de todo, en una sociedad como la nuestra, discursos que merecen un poco de atención”. Porque cada día nos vamos acercando a parecernos, por desgracia e irremediablemente, a la «Stultifera Navis». Donde la circulación de la razón es expulsada; la partida de ésta se produce porque ya no tiene sentido para la utilidad social o la seguridad de los sujetos. El acceso a la razón está prohibido, aunque se diga lo contrario. Ésta está vetada por extraños sacramentos. A esto ha contribuido la cadena de eventos políticos.






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