EXTRAVÍO POLÍTICO Y FANTASMAGORÍA SOCIALISTA
- 11 abr 2019
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Que el ya fallecido Chávez Frías haya comulgado con la idea del socialismo muestra la orfandad y el extravío política en que se encontraba, y que irremediable y desgraciadamente hemos heredado. Debemos recordar que los primeros años de gobierno del difunto fueron un no dar píe con bola político, aquello era un marasmo sin asidero. Años más tarde en alguna presentación televisiva él mismo indicó que cuando llegaron al poder no tenían nada, solo la «propuesta de la constituyente» y terminó tal declaración con unas risotadas. En el presente, trágicas.
Así se inicia el socialismo del siglo XXI sin un partido definido ni por una ideología ni por un programa, sino por un mero estado de ánimo. Los resultados de esa orfandad intelectual se han seguido implementando sistemática y concienzudamente durante el actual gobierno, pues le han sacado mucho provecho personal. El socialismo que no es una forma de gobierno, sino a lo sumo una forma de asociación esporádica y pasajera para resolver algún asunto puntual, se ha convertido para la población en un hecho dramático; quien ha terminado pagando los desmanes de este mesianismo pervertido.
Ya a finales de los años veinte, del siglo XX, llegaban a Europa occidental las noticias reveladoras de la fallida epopeya comunista, que no era otra cosa que un rampante y feroz totalitarismo. Ya en la década de los treinta se conocía el fracaso de tal ideología, aunque muchos políticos de izquierda no querían reconocer ni aceptar tal desengaño; por lo que siguieron engañando a sus simpatizantes con bellas historias de la sociedad sin clases. Tales políticos se hicieron de la vista gorda con aquellos desmanes en nombre de la revolución. Todo se justificaba con la redentora esperanza de una sociedad sin clase.
Imaginamos que se referían a una sociedad sin clase de derechos, de privaciones y necesidades, porque una oligarquía revolucionaria y despiadada había emergido de tal ideología a nombre de un nuevo mundo, en el cual se pueden cometer todos los desmanes posibles. Venezuela, de la mano del chavismo, llegó con ochenta años de atraso al socialismo y al comunismo, y para quitarle el olor rancio a tal mortaja se le rebautizó como «socialismo del siglo XXI», pero era el mismo muerto. Solo la extravío y el sin rumbo político podría explicar que Chávez Frías sintiera tal afinidad acrítica y visceral con la doctrina de Castro Ruz. Y que, además, de buenas a primeras comprara las hilachas de la ideología comunista y socialista.
Tal compra incluía la deformación de la historia nacional, cuando no ha sido el borrar lo acontecido como, por ejemplo, pasar de la Guerra de Independencia al socialismo del siglo XXI sin ninguna mediación; o convertir a EL Libertador en un político populachero y socialista; e inventarse una quinta república sobre una cuarta inexistente. Lo mismo ha seguido aconteciendo, pero con mucha hambre y necesidades, en estos últimos años.
Lo obtuso en política se paga muy caro, y quien lo paga es la población. Querer implementar un modelo socialista cuando esto era un «perro muerto», para usar una expresión de Marx, o un algo amorfo y decrepito en el mundo es algo que entra en lo irracional y lo mostrenco. Ha sido como comprar un vegetal podrido, un algo que se sabe que no sirve, pero que estando ciegos, sordo y mudos (dice una canción) tenemos la esperanza de que no huela tan mal. Aunque sea intragable.
Que los mesiánicos hayan seguido insistiendo en el socialismo y el comunismo es una barbarie política, que solo se sustenta por la fuerza y el terror. Tal cosa solo ha significado la parada en seco de la vida nacional y el avance frenético de la muerte. No ha habido ni habrá entre los gobernantes de estos primeros años del siglo XXI ni reflexión ni plenitud de intelecto. De la población, por medio del terror, le han hecho huir el coraje, el esfuerzo y el dinamismo.
Con terror y la sumisión han hecho que se apaguen los esplendores y los dinamismos de las energías creadoras de la población. La vida venezolana se ha convertido en un hueco, o más bien en un abismo. Una población que pone todo su esfuerzo solo en sobrevivir porque no puede pensar, ni se lo van a permitir. La orfandad y el extravío político del chavismo ha convertido a la nación en un letargo, en un perder el tiempo sin más función intelectual que preguntarse: ¿Qué voy a comer hoy? O ¿podré comer hoy? Todo lo han reducido a esa función básica.
Todo esto acontece dentro de la órbita de la modorra nacional. El socialismo y el comunismo son solo un paisaje de fantasmas creado por esos sumos sacerdotes de la fantasmagoría revolucionaria. Tales sacerdotes mesiánicos han doblegado a la población para que ésta se alegre con la cantidad de la medida mínima y con el conjunto de valores falsos de su ideología, mientras suprimen toda perspectiva de vivir con dignidad.
Con el socialismo y el comunismo, la población ha perdido la posibilidad de la voluntad verdaderamente fuerte e íntegra. Le han embotado el pensar y el sentir, esto es solo una etapa de la perversión. Todo lo han reducido a lo miserable, donde lo mediocre y liviano aumenta en densidad. De buena fe se aplaude la mediocridad. La población ha sido convertida en fantasmas «condenados a llevar dentro una niebla», muy espesa por cierto.
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