LA ATMÓSFERA POLÍTICA DE LA SUMISIÓN
- 6 dic 2017
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La atmósfera política no ha variado de una versión a otra, y no puede hacerlo porque esta tragedia situada en la Venezuela del año XVIII del mesianismo tiene la obligación de ser datada exactamente. Estos hechos de la miseria, la muerte y el atentado inmisericorde contra la población se sitúan en una época en que las excepciones contra los enemigos hacen estragos desde años atrás, y en que varios atentados del mismo tipo se habían sucedido contra la República.
Tal atmósfera transcurre en una expedición hacia el abismo, con la participación del gobierno en un neo-totalitarismo, a un acercamiento que termina con la sumisión y auto-sumisión de unos que antes fueron ciudadanos. En estos años de confusión y desastres, de resistencia y aguante.
Es importante no mezclar la imagen sombría de estos años, que han visto la conclusión de unos hechos cuyas primicias se hallan en experiencias fracasadas ensalzadas como triunfantes.
Es conveniente dejar el gesto en su aspecto de protesta casi individual, trágicamente aislada, y a la ficción de huellas de doctrinas mesiánicas atrasadas, que en el tiempo presente han marcado profundamente la rabia y la frustración contenida por la burla sostenida.
Un idealismo político anticuado, traicionada y fútil. Al mismo tiempo, dejarle al desgobierno su aspecto supuestamente positivo y supuestamente triunfante que ilusionó falsamente, durante cierto a la gente. Hemos mirado de frente la hueca realidad escondida tras la fachada hinchada del mesianismo malo, cuando otro tantos se contentan con extasiarse ante el tradicional pintoresquismo tropical, o se congratulan por una limosna disfrazada de logro revolucionario.
Al igual que todos los demás temas, el tema político se encuentra reforzado y desarrollado en una versión actual. La repercusión del drama político sobre la población está más acentuado: Atentado a la dignidad y la muerte de la propia estima. Al ser tratados como una nueva comparsa callejera, que sigue siendo una enorme sombra proyectada. La política embriaga tanto al borracho como a la botella. Cada cual, a su manera, nos hemos afirmado en nuestra función de testigos.
Nadie se extraña de que la noción de política nefasta juegue en el presente la versión de una salvación. Aunque la miseria sea más amarga y más irónica de lo que ya lo era. Pero al releer cada mirada es como si se tratara de la obra de otra persona; sobre todo el contenido actual es a un mismo tiempo algo más áspero y algo más sombrío.
Ciertos enjuiciamientos sobre este destino nefasto son tajantes, donde los dos elementos principales son la esperanza y la realidad, en el cual la segunda se traga a la primera. Ambas son irreconciliables fundiéndose en el todo que es la desesperanza.
La impresión es que esta desventura humana es aún más trágica, y asimismo más compleja, y sobre todo más extraña de lo que hemos intentado describirla.






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