LA INVERSIÓN DE DOÑA BÁRBARA, BARBARIE EN LA CIUDAD
- 7 jun 2019
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Cuando Rómulo Gallegos expone la dicotomía barbarie-civilización en su novela «Doña Bárbara» determina así mismo la distinción campo-ciudad. Que tal vez trajo aquella desafortunada expresión «Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra». Indudablemente no está, en ningún momento, en la intención del literato tamaña deformación.
El asunto no es que el personaje de Santos Luzardo sea caraqueño sino que éste se ha educado hasta alcanzar un nivel universitario; y la educación en la concepción positivista podía permitir el dominio de las bajas emociones. Por lo que en la novela la distinción campo-ciudad, es la diferenciación bárbaro-educado. Ahora bien, se entiende la distinción campo-ciudad sabiendo que las universidades radican en las ciudades. De allí lo rural-urbano.
Por lo cual, en el pensamiento positivista hay una preeminencia por lo urbano, en tanto éste representa la posibilidad real y cierta de la educación ante lo bárbaro. Siempre entendiendo esta dicotomía como el enfrentamiento entre razón y emoción. Una emoción que no puede contenerse en sí mismo porque el sujeto carece de la razón educada para contenerla.
Tal preeminencia por lo urbano da píe posiblemente a la desafortunada expresión caraqueña. Que de por sí es una expresión deformada, ya que solo toma en consideración el privilegio de lo urbano en tanto urbano; en tanto ciudad física, esto es, lo meramente arquitectónico y urbanístico. Edificios más grandes y grandes autopistas. En eso solo convierte el dicho popular la distinción campo-ciudad.
Sin embargo, con la vuelta de los años la mencionada dicotomía se hace inversa. Con esto quiero decir que la barbarie se asienta en la ciudad y no en el campo. No es que el campo se haya vuelto racional o que domine por medio de la razón a las emociones. No. La barbarie en tanto violencia desmedida domina el hacer urbano.
La relación se ha invertido debido al grado de violencia urbana que ha existido en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI. Aunque en estos últimos años la violencia se ha generalizado a tal nivel que ya ni el campo es un lugar apacible ni seguro. Pero retorno a las últimas décadas, la violencia en las ciudades y en particular en Caracas hizo que muchas personas se mudaran de la ciudad, para buscar algo de tranquilidad en ciudades más pequeñas y aledañas.
No es que se haya planteado la distinción barbarie-civilización, lo que se ha planteado es la sobrevivencia en el ámbito urbano. Pues, la barbarie se adueñó de lo urbano. La ciudad dejó de ser un lugar seguro para el vivir, para el hacer del ciudadano. En la historia de las ciudades[1] podemos apreciar que éstas eran el lugar de la seguridad; del límite frente a lo ilimitado; de la razón frente a la hybris.
Las ciudades en Venezuela, durante las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI, dejaron de ser ese lugar de y para la civilización. Aunque las universidades seguían teniendo sus sedes en ellas; la barbarie dominó y se apropió del espacio urbano, lo hizo suyo. Las ciudades ahora representan la barbarie, la desmesura de la violencia en el contexto nacional. Aquella dicotomía expuesta en «Doña Bárbara» se ha esfumado, ha perdido todo sentido.
La ciudad, tal vez por primera vez en la historia, dejó de ser el lugar del resguardo de la civilización (uso el término civilización en su sentido de civilidad, de ciudadanía). Y la misma se convirtió en sede de lo bárbaro, aun con grandes edificios y grandes autopistas. La delincuencia y la desmesura, en su aspecto más feroz, es lo que ha imperado en el ámbito urbano.
La caída de nuestras ciudades en ese estado de ferocidad se esconde en su pretensión cosmopolita, que necesariamente ha tenido que crear un apartheid urbano, una burbuja para que la pretensión de civilización pueda sobrevivir. Por lo demás, la ciudad sigue moviéndose en la desmesura, en lo bárbaro. Esto es lo más destacado, aunque no lo único existente.
No obstante, señalamos antes que la violencia se ha generalizado en el país. Ya ni el campo ni la ciudad son lugares seguros para vivir. Esto es porque la barbarie ha dominado, debido a diferentes causas, el territorio nacional. En cualquier lugar de la nación cualquier persona advierte al visitante o al nuevo residente de los lugares a los que no tiene que ir o con los cuales debe tener mucho cuidado.
Aquella dicotomía pareciese que se ha desdibujado y que ha ganado terreno el lado de la desmesura. Tal vez, por eso sea necesario pensar la ciudad tanto como ciudad física y principalmente como el ámbito constituido por una politéia, por un nomos que unifica a los individuos en un Estado, es decir, en una unidad jurídica-política-social. La ciudad pensada como el modo mejor de vida, como la forma más apta de sociedad integrando los intereses del individuo con los del Estado[2].
Posiblemente desplazando la dicotomía positivista por reduccionista y la expresión caraqueña por despectiva, para dar cabida a una mejor forma de vivir sea ésta urbana o rural. Poder rescatar esa ciudadanía extraviada que ha desvirtuado la ciudad y la nación, sin poder pensarse así misma como parte del conjunto jurídico-político-social y cultural que constituyen. Donde el ciudadano tenga la posibilidad de realizar su vivir y no esté concebido, permanentemente, como una estadística fúnebre.
Referencias:
Blogger: http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
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[1] Por ejemplo entre otros, Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid, Editorial Peninsula, 1967.
[2] Obed Delfín. La polis de Platón: Configuración, representación y significado. Caracas, Editorial el Perro y la Rana, 2108. Se puede descargar gratuitamente en este link: http://www.elperroylarana.gob.ve/la-polis-de-platon-configuracion-representacion-y-significado/
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