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PROTESTAS, FECHAS Y LA SOBREABUNDANCIA DE MENSAJES

  • 10 ago 2017
  • 5 Min. de lectura
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Cuando iniciaron las protestas en abril del 2017 en Venezuela, a los días aparecieron entre los manifestantes y en las redes sociales las imágenes señalando los 99 días de las protestas en Ucrania que terminaron por derrocar al gobierno de ese país. La semiótica de tales imágenes daban le impresión que éste era el plazo que tenía el gobierno nacional para ser derrocado. Días más días menos.


Un plazo de tiempo extraño por demás. Pues, igualmente se podría haber enarbolado que la Guerra de Independencia duró unos 18 años para derrocar la Monarquía, o que la Revolución Liberal Restauradora duró del 23 de mayo al 2 de octubre para derrocar al gobierno de Ignacio Andrade. Señalo lo anterior porque tomar tales fechas como plazos de acción es un absurdo. Ya que pertenecen a otros tiempos y contextos distintos. Además, crean una falsa ilusión de la temporalidad, que al no cumplirse tales plazos comienza la larva de la decepción a carcomerse la voluntad de los manifestantes sean éstos activos o pasivos.


Una protesta no se puede medir por la fecha sino por los resultados a alcanzar. Otro aspecto de la protesta en Venezuela es que ésta se ha desvirtuado en su función. Se ha desvirtuado porque a partir del 2002 se ha concebido que toda protesta cívica tiene como fin el derrocamiento del gobierno nacional. Las protestas son el mecanismos para mostrar el descontento por ciertas políticas que lleva a cabo el gobierno sea regional, estatal o nacional. E incluso pueden ser dirigidas contra una institución o empresa en particular, por ejemplo, las luchas sindicales.


En Venezuela, existe la anterior distorsión porque se ha enfatizado que las protestas del año 2002 dieron como resultado el golpe de estado contra el entonces Presidente Chávez. Por lo tanto, toda protesta solo tiene este fin. Derrocar al gobierno nacional. Una visión errada de la manifestación y de la protesta.


Ahora bien, toda protesta tiene como fin llegar a establecer un diálogo para concretar un acuerdo entre las partes, luego que se ha mostrado el descontento reinante. Esa es su función real. La protesta, en la solución de conflicto, es el punto álgido donde las partes entran en pugna; no obstante, se debe buscar la desescalada para entrar en la búsqueda de la solución. En Venezuela, ninguna de las partes ha aceptado ir a la búsqueda de la solución. ¿Por qué?


Primero, porque el gobierno condiciona todo diálogo a la imposición de su modelo político. Solo si se acepta y se subordinan a su modelo político-económico, el gobierno puede dialogar. Ningún diálogo en la solución de conflicto puede tener este tipo de condicionante. Segundo, la oposición es sorda a oír lo que dice el gobierno, porque desprecia a éste. Desde un inicio ha mostrado, la oposición, una actitud de repulsa visceral, que se observa en sus acciones de protesta. Ninguna de las partes ha tenido disposición a la búsqueda de una solución, esto lo han declarado los diversos mediadores. No es una mera especulación de quien esto escribe.


La protesta en todo gobierno democrático es fundamental. Porque ella muestra al gobernante que algo no está haciendo bien, o que hay una parte de los ciudadanos que no están de acuerdo con ciertas medidas que se están implementando. Otro aspecto de la situación venezolana es que cada parte (gobierno-oposición) desea borrar al otro, lo desconoce de manera rampante. La opinión del otro no le importa. Por ejemplo, la «consulta popular» se manejó como un triunfo del «país democrático»; por su parte la elección de los diputados a Asamblea Nacional Constituyente se manejó como un triunfo de los «patriotas que quieren la paz». Un discurso excluyente de la búsqueda de toda solución. Cada parte desconoce a la otra.


En esto de que cada parte excluye a la otra. Lo apreciamos en que cada uno pide la cabeza del otro. La oposición quiere hacer ver como si el gobierno no tiene a ningún partidario a su favor. Lo cual es falso. Aunque la gente en general esté en la penuria el gobierno tiene sus partidarios. Y son un buen número de ciudadanos. La oposición también tiene sus partidarios. Ambos hacen mal manejo de los mismos, ya que son utilizados como mera «carne de cañón». Aunque siempre todo gobierno es el que debe poner la mayor cantidad de «carne en el asador», como dice el dicho. Es decir, debe ofrecer la mayor disposición posible. Para eso es gobierno.


Otro aspecto en la oposición es la sobre abundancia de ofertas, de peticiones, de metas, de mensajes confusos que terminan por emborronar el fin de la protesta. Por ejemplo, la protesta de abril inicio para solicitar la elección de alcaldes y gobernadores; luego ha sido para la renuncia o el derrocamiento del Presidente de la República. Aquí el discurso se va saliendo de sus cauces. En el caso de la «consulta popular» termina sucediendo lo mismo, se realiza como contraparte de la convocatoria a la Asamblea Nacional. Sin embargo, se hacen tres preguntas en vez de una. Preguntas que han terminado por crear nuevas falsas expectativas que no se cumplirán. De nuevo la larva de la decepción va carcomiendo el ánimo de los partidarios, que ahora se siente burlados.


En la comunicación si hay algo que es importante es evitar la sobreabundancia de los mensajes o de información, porque se termina por hacer la comunicación confusa. Y esto ha pasado permanentemente en la oposición venezolana. Como me dijo un joven amigo: “En estos días protesto de otras formas porque no me convence mucho el liderazgo en las marchas, no entiendo las intenciones. Aunque me parecen necesarias, pero no veo un objetivo claro entonces no me gusta andar confundido y solo por ahí”. Allí está expresada la confusión que genera la comunicación con sobreabundancia de información, que además termina por hacer que la gente no sepa cuál es el fin que se desea alcanzar.


El manejo político del fin que se deseaba alcanzar con las protestas se ha salido de las manos de los dirigentes de oposición; porque ya no se sabe exactamente cuál es el fin que se buscaba alcanzar. Por eso no es extraño que un dirigente diga que “el ciclo de las marchas y de los trancazos se agotó” o “que perdieron vigencia”. Y lo peor aún sin haber conseguido ningún resultado.


Y no se ha conseguido ningún resultado por la suma de los elementos que hemos expuesto, esto es, una fecha improbable y absurda que solo ha alimentado falsas expectativas; una sobre abundancia de mensajes que han distorsionado y han hecho confusas las metas que se plantearon. Por lo cual, la protesta ha naufragado a la deriva perdiendo nuevamente la oposición la consolidación de su discurso y metas.


Referencias:

Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín

Youtube: Obed Delfín

Twitter: @obeddelfin

 
 
 

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