UN FANTASMA RECORRE LA REPÚBLICA
- 20 mar 2017
- 4 Min. de lectura

Un fantasma recorre la República, es el fantasma de lo absurdo. Las fuerzas de lo inepto se han unido en santa cruzada, dicen ellos, contra la realidad que es su enemigo. ¿Qué individuo que disienta no ha sido motejado de traicionero por quienes hoy están en el poder? ¿Qué sujeto que piense distinto no es el enemigo de la patria? De este hecho resulta una enseñanza, que el fantasma de lo absurdo está asustado porque ya llega la luz matinal.
Las ideas y los fines, de este fantasma insepulto, se les han enredado en la mortaja. Vive de una leyenda, que como tal es un mero invento apresurado. Se niega el mismo, empecinadamente, a la historia de toda la sociedad; vocifera algo así como una lucha de clase de la cual ya no sabe que es.
Han convertido al hombre libre en esclavo de la inmediatez; en plebeyo y siervo de su insensatez. Ese fantasma se ha convertido en opresor enfrentándose en una lucha constante, franca y abierta, contra todo lo que no se doble a sus deseos. Tal bizarría ha terminado por transformar a toda la sociedad en un hundimiento en pugna. Todo se ha medido en una múltiple escala del rasero inferior desapareciendo toda posible condición social.
La actual casta de poder ha salido de entre las ruinas de la casta anterior incrementando las contradicciones de la intra-clase social. Solo ha sustituido la vieja casta de poder, las viejas condiciones de opresión y las viejas formas de supervivencia por otras más elaboradas.
Nuestra época, la de lo absurdo, se distingue por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad se ha convertido en miserable, menos ellos. La sociedad se va dividiendo en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, ellos y los otros. No importa quién cabe en esta última.
Cada etapa recorrida por esta casta fantasmal ha ido acompañada por la correspondiente involución social, económica, política… Cada estamento lo doblegan bajo la dominación de los nuevos señores y de la asociación armada. Cuando no han hallado a quien colocar bajo su dominio, ellos mismos hacen el contrapeso dominan a su propio elector.
Se han convertido en lo estamental, en lo absoluto, en la piedra angular de sus propias contradicciones. Han conquistado, precariamente, la hegemonía exclusiva del poder político de la República. El gobierno de la República es solo una junta que administra los negocios comunes de toda esta casta del poder.
Dondequiera que esta casta fantasmal ha impuesto su poder ha destruido la diversidad de las relaciones sociales; ha desgarrado sin piedad las abigarradas ligaduras que ataban al hombre con su entorno. Solo ha dejado subsistir el vínculo, entre los ciudadanos, del frío interés. El cruel pago al contado del ¿cuánto hay pa eso? Ha insuflado el sagrado éxtasis del fervor religioso por sus difuntos y el entusiasmo sentimentalista de las aguas heladas del cálculo egoísta.
Han hecho de la dignidad humana un simple valor de cambio, cuando no un coleto. Han sustituido las numerosas libertades por la desalmada libertad de la rebatiña. En una palabra, en lugar de la explotación velada han establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.
Esta casta mesiánica ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por dignas y de respeto. Al médico, al jurista, al poeta, al hombre de ciencia, los han convertido en sus servidores. Los mesiánicos han desgarrado el velo de las relaciones sociales reduciendo éstas a simples relaciones de dinero. Éstos han revelado la admiración por la fuerza de las armas y por el complemento de la holgazanería.
Han mostrado lo que puede realizar la miseria humana. Han recreado el hambre, la necesidad de sobrevivir, la angustia del enfermo. Solo existe tal fantasma a condición de involucionar incesantemente “los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales”, como dice Mark. La conservación de la miseria humana es la primera condición de su existencia.
Una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época mesiánica de todas las anteriores. Todas sus relaciones están estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas de sus muertos. Todo está osificado. No obstante, todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado y los ciudadanos se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Las situaciones de que se sirvieron los mesiánicos para derribar a la anterior casta se vuelven ahora contra ellos. Los mesiánicos han forjado las condiciones y los hombres que deben darle sepultura. Los ciudadanos obligados a vivir a trozos son un residuo, sujeto a todas las vicisitudes de las fluctuaciones de los mesiánicos. El ciudadano se convierte en víctima de todos los instrumentos de poder que aplica este fantasma vociferante.
Es evidente que los mesiánicos ya no son capaces de seguir desempeñando el papel de clase dominante, ni de imponer a ésta las condiciones de existencia que a ellos les plazca. No son capaces de seguir dominando porque no son capaces de asegurar a los ciudadanos su existencia, ni siquiera dentro del marco de la mendicidad. Porque lo han forzado a decaer hasta tal punto que no puede ser mantenido por aquel. La sociedad, ya no puede seguir viviendo bajo su dominación. Lo que equivale a decir que la existencia de los mesiánicos es incompatible con la de la sociedad.
Síguenos en:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
Youtube: Obed Delfín
Pinterest: https://www.pinterest.com/obeddelfin
Issuu: http://issuu.com/obeddelfin
Escúchanos en: “Aquí y Allá en las mañanas” Todos los domingos a las 9:00 am (hora de Caracas) por http://www.radios.co.ve/alba-caracas/ y http://albaciudad.org/radio/






Comentarios