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  • 6 oct 2019
  • 2 Min. de lectura




(Leoncio Barrios).- Nuevos brotes de violencia contra venezolanos migrantes, los más recientes en Perú. Arrechan.  Antes hubo ataques xenófobos en ese mismo país, en Ecuador, Colombia, Brasil, las islas del Caribe; lugares “accesibles” para un grueso grupo de venezolanos y venezolanas que llega a pie, en bus o pedestres embarcaciones. Van con pocos recursos económicos y escasa profesionalización.  Pero no son las únicas causa del rechazo.


Sin duda que es xenofobia, el miedo, el odio al extranjero, una de las razones de esos ataques, pero también es aporofobia, el rechazo o miedo a los pobres, a los que emigran con lo que solo llevan encima. Hay también clasismo en esos ataques.  Ser pobre es duro por allá, por acá y en Pekín. 


Pero los llamados ataques xenófobos y aporófobos en los países vecinos a Venezuela son también producto de la manipulación política y mediática.  No en vano, poco antes del reciente colapso institucional del Perú, recrudecen los ataques a los venezolanos. Personeros del gobierno y de la oposición los acusan de los males de ese país.  Ahora, posiblemente, también le imputen el haber impuesto la moda de dos Presidentes de la República al mismo tiempo.


En Perú y Ecuador, dos gobiernos que están haciendo aguas, altas autoridades han instigado a la población contra los venezolanos migrantes.  Hemos visto a fuerzas policiales y militares de esos países atacando a venezolanos desarmados, a algunos por solo trabajar.


El argumento público de las autoridades xenófobas es que entre los venezolanos migrantes han llegado delincuentes.  Muy posiblemente.  Siempre los delincuentes son unos pocos que hacen mucho mal y mucha bulla.  Pero la tendencia de la gente es a generalizar a partir de particularidades, crear estereotipos: si es venezolano es… Allí está parte de la manipulación política y mediática.


Buscar “chivos expiatorios” es un recurso clásico de quienes eluden responsabilidades y carecen de mayor capacidad de análisis. Los instigadores del odio hacia los venezolanos quieren achacar, entre otras cosas, los altos índices de pobreza, la ineficiencia de los servicios públicos y el aumento de la delincuencia en esos países, particularmente, a los pobres que vienen de afuera. 


Una parlamentaria peruana reafirma esa creencia al decir: Vienen a quitar trabajo a los peruanos y pide al gobierno (que no se sabe quién lo ejerce) expulsar a los venezolanos, buenos y malos.  Clama por el ejército y el uso de la fuerza para sacarlos.   La ignorancia va de mano con la barbarie. Más información


Expertos aseguran que debido a la crítica situación del país y con "un disparador que encienda la energía", la gente volverá a manifestar. "Venezuela nunca ha estado tan al borde de un estallido social como ahora", afirmó el sociólogo Ender Arenas

(El Nacional).- A tres meses para que culmine el año 2019, parece que el letargo se extendió en la sociedad, que no ha retomado las calles de manera masiva desde hace cuatro meses. Sin embargo, analistas aseguraron que los ciudadanos pueden retomar las manifestaciones de calle antes de 2020, debido a la crítica situación del país y con «un disparador que encienda la energía».


A juicio del sociólogo y profesor universitario, Ender Arenas, más allá de la narrativa esperanzadora de la oposición, la crisis va a empujar a la población a retomar las calles.


«Vivimos una calamidad y la gente realmente está desesperada. Venezuela nunca ha estado tan al borde de un estallido social como ahora», expresó.


Pese a considerar que es difícil despertar la calle nuevamente, Félix Seijas, consultor político y director de la encuestadora Delphos, afirmó que no es imposible.


«Es difícil porque siempre se necesita un disparador. Si ese disparador ocurre podría volver a activarse esa energía, pero mientras no ocurra la energía seguirá en estado latente», explicó.


Un disparador puede ser, continuó, hechos que marque un hito sociopolítico, como la aparición de un nuevo líder o nuevas arremetidas en contra de la Asamblea Nacional.

  • 1 oct 2019
  • 2 Min. de lectura


Es un manojo de personas negativas guiadas por el espíritu de la contrariedad y por el ánimo de destruir los logros y la felicidad de los demás. No están dispuestas a reconocer ni exaltar los actos y los logros constructivos.


Desgraciadamente es una población agonizante. Sin un futuro.

Una nación huérfano y migrante.


Los asuntos ramplones que han terminado por ser la columna vertebral de nuestra vida ciudadana.


La rivalidad envidiosa y la agresividad destructiva nos acosan por todos lados.


Lo que resplandece es el fuego del odio.


Por el contrario, los Estados democráticos dependen de un hacer cívico, a la vez, sólido y preciso.


Lo bastante sólido como para que los ciudadanos tengamos un sentido. Y lo bastante preciso como para que pueda ser compartido por toda la población.


Estos chavecos han desarrollado una verborrea para concebirse a sí mismos como el orgullo de la emanación de una conciencia primordial. Solo palabrería pseudo-mística para identificarse con una voluntad general.


Usted lo ha visto y oído cuando se ponen a enardecer a los ciudadanos con la exultante voz de ¡Un solo pueblo! Eso sí, sin que nada funcione.


Los argumentos chavecos apelan a cualquier espíritu ancestral.


Cuando la realidad de toda nación actual es que la política se sustenta en la comunidad nacional existente. No en fantasmas inventados.


Mire, lo que une a los ciudadanos es el compromiso y no esa cháchara vacía.


Una nación se fundamente en sus instituciones, procedimientos y preceptos. No en el poder autoritario.


Una nación tiene que ser tolerante, pluralista, autocrítica y cosmopolita. No el conuco en que han convertido esto.


Donde lo que no están con ellos siempre se verán en desventaja ante los fervientes partidarios de la política mitológica.


No estamos obligados a aceptar este patrioterismo barato.


Cuando nos puede ir mejor al hacernos cargo de la realidad de nuestras diferencias. Y no éste rasero malsano que nos han impuesto.


—Qué le puedo decir yo.


Solo hay que mirar para cualquier lado para ver las contradicciones.


Un trabajador se muere enfermo de tanto comer carbohidratos malos y un parquero en cualquier avenida de la ciudad recibe dólares de propina.


Esto no hay quién lo entienda.


—No hace falta entenderlo, si lo estamos viviendo.


Es de muerte lenta.


Esa es la orden.


—Mientras tanto todo está machete.


Llegamos al libre mercado comunista. Al comunismo capitalista.


Donde impera el dólar bolivariano y patriota.


—Válgame esa.


El sálvese quien pueda que allí viene la bamba.


No hay pa’ mucho.


—La miseria con la soberbia se han juntado.


De ahí para adelante esto va sin freno.


—Bueno.


Le dijo: Por ahora, apriete.

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