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  • 12 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

—Días sin saber de usted, qué le pasó.


—No sé, debe ser que a los muchachos no les gustó lo que le envíe esta semana pasada, no creo que haya habido nada ofensivo en los escritos, porque como decía el cantor que peor mala palabra que esta sociedad.


—Se enteró compita.


—¿De qué?


—De qué Morales, el Presidente de Bolivia, renunció.

¿Qué le parece?


—A sí, me enteré.

Pero, no le puedo comentar nada porque yo no vivo ni he vivido allá.


Porque eso de ponerse a dar opiniones a partir de lo que dice la prensa digital o las redes sociales es un poco comprometido.

Unos dicen una cosa y otros otra, y uno termina creyendo lo que le conviene o creyendo por quien le simpatiza. Y eso no tiene nada de crítico.


Lo que si le puedo decir es que querer perpetuarse en el poder es absurdo en estos tiempos. Eso es más asunto de mafiosos que de políticos y así no se puede llevar adelante una república.


Cuando un hombre llega al poder con que mande dos periodos es suficiente. Ese es tiempo suficiente para consolidar el partido político que representa y eso es lo importante para seguir haciendo política.


Además, debe comprometerse con crear nuevos líderes a los diferentes niveles, quiero decir a nivel municipal, estadal y nacional.

Mientras el individuo, por el contrario, pretende quedarse en el poder no querrá formar nuevos cuadros, porque temerá que estos nuevos líderes le serruchen el poder. Y eso es una contradicción si existe un partido político, pues éste debe ser pensado como una cadena que pasa de un eslabón a otro.


Fíjese que el Dr. Caldera en su prepotencia destruyó el partido que fundó y de ese partido no ha quedado nada. Lo mismo hizo el difunto al quererse perpetuar el poder no le dio opción a nadie más y cuando salgan del gobierno solo les quedará lo mal habido.


La política en una república debe ser continuidad sino la gente se obstina del mandatario usurpador. Dejar abierta la brecha para que haya opciones, aunque esto parezca una ingenuidad de mi parte pero es así.


Un líder político no puede pretender quedarse por siempre en el cargo en el que fue electo, aunque tenga mucho carisma; porque se convierte en un dinosaurio, en una piedra de tranca.


La flexibilidad en las democracias es fundamental, porque la población tiene esperanzas de alcanzar cosas. Y si las mismas comienzan a verse reducidas el resentimiento aparece.


—Comparto eso que dice.


Porque nadie es monedita de oro para gustar por siempre.

Además, como usted dice la gente tiende a fastidiarse de los mandatarios. Ver a los mismos de siempre en el poder, aparecen nuevas generaciones y siempre los mismos fulanos detentando los cargos políticos.


Hay que saber cuándo abandonar el barco y darle el timón a otro.


¿Usted cree que llegue un coletazo por estos lados?


—Esa debe ser la pregunta que está en la mente de todo el mundo.


Unos deben estar asustados y otros esperanzados.

Pero nunca se sabe que puede pasar, fíjese que el boliviano se sentía muy seguro y recogió tormentas.


Lo que si debe ocurrir es que se renuevan las esperanzas para ambos bandos, hay que esperar y estar ojo avizor para ver cómo acontecen las cosas.


Por ahí hay una convocatoria, ya cada quien están llamando a los suyos. Agotados de tanto que los traigan y los lleven. A los mejor son unas navidades agitadas, nunca se sabe.


—Esperemos que haya sindéresis.


—¿Qué es eso?


—Cordura, pues.


—¡Ah!


Nunca la han tenido en estos veinte años, pero hay que tener esperanzas. Que como le dijo es el alimento de los pobres, los derrotados y los desesperados.


Son días de expectativas y hay que estar atentos. Lo más probable es que los chavistas se tiren otro dakazo o empiecen a regalar los perniles y las cajas CLAP antes de tiempo.


O abran un chorro de bonos para calmar a la gente punta de devaluados soberanos. Los otros con las esperanzas de alcanzar el coroto se conforman para moverse.


Bueno, allá vi al hombre que me dijo que me va a prestar cuatro fuertes.


Nos vemos más tarde.



  • 10 oct 2019
  • 2 Min. de lectura

Una de las mentiras que alimenta el imaginario del venezolano es que en este país se recibió a los inmigrantes con los brazos y el corazón abierto. Esto es una pseudo verdad.


(Obed Delfin).- Los inmigrantes europeos que llegaron al país en la décadas del 30, 40 y 50 fueron recibidos sin ninguna reserva, eso es cierto. Pero eso fue más por la actitud pueblerina que existía en ese entonces, que por una verdadera conciencia de lo que era un inmigrante.


Por el contrario, al colombiano que es el vecino continental por excelencia y con el cual el venezolano ha tenido más roce no fue bien recibido, siempre se le tuvo cierta reserva y cuando se pudo se le trató mal. Lo mismo pasó con los ecuatorianos y peruanos en los últimas dos décadas del siglo XX y principio del presente siglo; estos últimos no han olvidado el maltrato recibido, esas historias llegaron a su país y a sus compatriotas.


Cuando la policía arramblaba contra los buhoneros, muchos de ellos oriundos de estos países americanos, en el Centro o en Sabana Grande no tenían ninguna consideración por la nacionalidad. La orden era desalojarlos a la fuerza, a veces le decomisaban la mercancía, otras no; a veces se los llevaban presos, otras no; a veces los maltrataban, a veces no.


No recuerdo que nadie hiciese una alharaca porque eran extranjeros necesitados, solo eran vistos como una molestia y un estorbo. Aún hoy en día hay comentarios xenófobos contra la gente de Petare y los del Valle del Tuy porque muchos son colombianos.


Muchos venezolanos se reían a mandíbula batiente, a finales de los ochenta y principios de los noventa, con aquellas parodias que les hacían a gallegos y portugueses en «Radio Rochela», y decían eso es solo «un chiste». Como no eran ellos el objeto de la burla y la parodia eso no se podía considerar xenofobia, porque estaba hecho con el cariño venezolano. En ese programa cómico no se tenía ninguna consideración por la condición de esos inmigrantes, la mofa era el pan de cada programa.


La burla llego a tal grado que la comunidad portuguesa se quejó ante la directiva de RCTV. No recuerdo si se tomaron cartas en el asunto. Nunca se consideró esto un problema xenófobo, porque el imaginario del venezolano estaba y sigue estando distorsionado a ese respecto. El venezolano pensaba que eran simples chistes, algo jocoso propio del buen humor del mismo. Todo se reducía a eso, a que era un chiste o una broma.


Con los chinos también fue igual, pero éstos cómo que se hacían los desentendidos o no le paraban ni media bola porque más tarde sabían que el venezolano iba a matar el hambre con el arroz frito, y no era el de Puerto Rico.


No sé si es que esa palabra xenofobia no se conocía en ese entonces porque aquí adentro nadie la usaba. No estaba de moda.

  • 1 oct 2019
  • 2 Min. de lectura


Es un manojo de personas negativas guiadas por el espíritu de la contrariedad y por el ánimo de destruir los logros y la felicidad de los demás. No están dispuestas a reconocer ni exaltar los actos y los logros constructivos.


Desgraciadamente es una población agonizante. Sin un futuro.

Una nación huérfano y migrante.


Los asuntos ramplones que han terminado por ser la columna vertebral de nuestra vida ciudadana.


La rivalidad envidiosa y la agresividad destructiva nos acosan por todos lados.


Lo que resplandece es el fuego del odio.


Por el contrario, los Estados democráticos dependen de un hacer cívico, a la vez, sólido y preciso.


Lo bastante sólido como para que los ciudadanos tengamos un sentido. Y lo bastante preciso como para que pueda ser compartido por toda la población.


Estos chavecos han desarrollado una verborrea para concebirse a sí mismos como el orgullo de la emanación de una conciencia primordial. Solo palabrería pseudo-mística para identificarse con una voluntad general.


Usted lo ha visto y oído cuando se ponen a enardecer a los ciudadanos con la exultante voz de ¡Un solo pueblo! Eso sí, sin que nada funcione.


Los argumentos chavecos apelan a cualquier espíritu ancestral.


Cuando la realidad de toda nación actual es que la política se sustenta en la comunidad nacional existente. No en fantasmas inventados.


Mire, lo que une a los ciudadanos es el compromiso y no esa cháchara vacía.


Una nación se fundamente en sus instituciones, procedimientos y preceptos. No en el poder autoritario.


Una nación tiene que ser tolerante, pluralista, autocrítica y cosmopolita. No el conuco en que han convertido esto.


Donde lo que no están con ellos siempre se verán en desventaja ante los fervientes partidarios de la política mitológica.


No estamos obligados a aceptar este patrioterismo barato.


Cuando nos puede ir mejor al hacernos cargo de la realidad de nuestras diferencias. Y no éste rasero malsano que nos han impuesto.


—Qué le puedo decir yo.


Solo hay que mirar para cualquier lado para ver las contradicciones.


Un trabajador se muere enfermo de tanto comer carbohidratos malos y un parquero en cualquier avenida de la ciudad recibe dólares de propina.


Esto no hay quién lo entienda.


—No hace falta entenderlo, si lo estamos viviendo.


Es de muerte lenta.


Esa es la orden.


—Mientras tanto todo está machete.


Llegamos al libre mercado comunista. Al comunismo capitalista.


Donde impera el dólar bolivariano y patriota.


—Válgame esa.


El sálvese quien pueda que allí viene la bamba.


No hay pa’ mucho.


—La miseria con la soberbia se han juntado.


De ahí para adelante esto va sin freno.


—Bueno.


Le dijo: Por ahora, apriete.

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